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Ya te hemos hablado en alguna ocasión de que, entre los principales retos a los que las empresas hacen frente hoy en día, está el de la transformación digital. Atrás quedan ya métodos tradicionales como el trabajo en cascada que han supuesto durante años la única forma de trabajar. Hoy, lo habitual son las metodologías ágiles que dan un mayor control sobre los procesos y facilitan la corrección y modificación de posibles desviaciones. A la hora de manejar a distintas personas dentro de una organización, es necesario hacerlo de la forma más óptima y clara posible. La metodología agile es, precisamente, un proceso empoderador que permite organizar a las distintas personas que conforman un equipo, para diseñar y elaborar un producto, de la mejor manera.  Aunque la gestión de proyectos no es nada nuevo, la perspectiva que conocemos como agile sí lo es. Bueno, al menos es de este siglo. Empecemos por el principio

¿Cómo surge lo ‘agile’?

Década de los años 90. Por delante, la década que lo cambiaría todo en múltiples aspectos. La informática está cogiendo impulso y durante estos años, vivirá una eclosión como pocos otros avances ha habido a lo largo de la Historia. El momento de la industria está en plena efervescencia, las empresas viven un buen momento y las nuevas ideas se cuentan por decenas. Y, sin embargo, un producto tarda 3 años en crearse. ¡3 años! Desde su ideación a su performance real, un producto habría aprendido a andar, hablar e, incluso, comer solos. Primavera del año 2000. Un nuevo milenio en el horizonte. Un grupo de desarrolladores se reúnen en Oregón para ver cómo pueden mejorar sus tiempos de entrega y sacar más cosas al mercado. Año 2001. Ese mismo grupo de desarrolladores se vuelve a reunir en menos de un año, esta vez en Snowbird, Utah. Nace el Manifiesto Agile, una obra que cambiaría la forma que tenemos de entender el trabajo y que pivota sobre 4 ejes importantes:
  1. Los individuos y las interacciones entre ellos sobre los procesos y las herramientas.
  2. El producto para el que habrá una extensa documentación.
  3. La colaboración del cliente por contrato.
  4. La respuesta a los cambios que pueda haber dentro de un plan.

Los principios ágiles

Hasta ahora, todos los procesos de ideación, creación, elaboración y entrega al cliente eran en cascada. Esto significa que los equipos pertinentes tenían que esperar a que el equipo anterior acabase con labor para retomar el trabajo y continuar con el producto, hasta que al final, con todo hecho, se le entregaba al cliente para que diese feedback.  El problema de esta metodología -que, insistimos, estuvo vigente hasta el siglo XXI-, es que si el cliente desechaba algo del principio, todo el trabajo posterior no valía de nada y había que volver a empezar. Imagina que un cliente te pide algo con lo que llegar cada día, al salir del trabajo, a su casa. Tú hablas con todos los departamentos pertinentes, te empapas de las mentes creativas y de los posibles y decides que vas a construirle una bicicleta. Se lo enseñas al cliente, que ve las ruedas, y lo acepta. Y la construyes. No le vuelves a mostrar nada hasta el final, cuando terminas de poner el último tornillo. Entonces te reúnes y, orgulloso, le muestras al cliente cómo usarla. Él te mira confundido. “¿Cómo voy a llegar yo con eso a casa, si yo necesito otra cosa?”. Y ahí te das cuenta de que lo que necesitaba tu cliente era, en verdad, una barca. Esto hacía de la cascada una metodología poco ágil. Por eso, aparece agile. El Manifiesto Agile estableció una fórmula mucho más flexible: se trataba de hacer entregas más cortas y rápidas, a través de tiempos marcados con unos objetivos llamados sprints. Cada poco tiempo, entonces, el cliente podía ver lo que se había avanzado y corregir e iterar sobre lo que se hubiese desarrollado del producto, sin que fuese traumático.  Para ello, se asentaron en dos cuestiones fundamentales: la retroalimentación y la recepción de cambios. Y así nuestra vida, de repente, se hizo más fácil.

¿Cómo elaborar un plan agile?

Para hacer que una empresa sea ágil, hay que prepararse de forma correcta, aunque lo cierto es que cada compañía es un mundo.
  1. Crea un backlog: un backlog es la lista de tareas pendientes que lleva un proyecto. 
  2. Establece movimiento en sprints: los sprints son periodos de dos semanas en los que, a través de stand ups, los miembros de un equipo van reuniéndose para ver cómo van progresando. De esta manera, podrás ir respondiendo ante nuevas necesidades y modificar aquello que lo requiera.
  3. Muéstrale a tu cliente lo que has hecho en sprint reviews.
  4. Prueba, prueba y prueba.
  5. Y si algo falla, ve al paso 1 y crea una tarea para remendar ese error.

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Artículo actualizado el: 14 agosto 2023
Talent Garden
Escrito por
Talent Garden, Digital Skills Academy

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